Esas en las que antes de abrir los ojos ya hueles la tristeza tras la frente.
Mañanas en las que hay tanto por hacer que sabes que no harás absolutamente nada. Como ayer y antes de ayer, como en todo el invierno.
Mañanas que sólo sales de la cama por el dolor de las sábanas, cansadas de ti. Que no sonríes porque nadie te ve y no te encuentras en ningún espejo.
Lo peor son las mañanas, las de domingo, las de jueves, cualquiera, todas. Porque por mucha luz que se agolpe en la ventana, no hay nadie con quien jugar, ni buenos días que besar, ni niños que despertar, ni promesas que cumplir.
Pero lo peor de mis mañanas soy yo, que no quiero levantarme, ni quedarme en la cama, ni me gusta abrir los ojos y sentirme tan lejos de mí.
Sí, lo peor de mis mañanas soy yo, que me dejé olvidada en algún lugar vacío y cuando me siento tan ausente, no tengo ganas de volver.
-LaZeta-